el dueño sale hoy de viaje en dirección praga-bratislava-(viena?)-krakovia-auschwitz- berlín.
feliz navidad y mejor 2007.
sin otro particular, saluda atte a ud
nwm.
cheun rume es ningún lugar, en mapudungum. cheun rume es nada. cheun rume no existe. sin embargo está aquí para q yo lo llene de nada. cheun rume es la negación del ser. cheun rume es lo q no es.
Muere el cerdo que George Clooney tenía como mascota hace 18 años
Lunes 4 de Diciembre de 2006
WASHINGTON.- Max, el cerdo de unos 130 kilos que vivía con el actor estadounidense George Clooney en su residencia situada sobre las lomas de Hollywood, ha muerto, según informó hoy la revista estadounidense "People".
14:53
EFE
El animal convivió con el actor a lo largo de 18 años, y según declaró hoy el propio Clooney, "era un cerdo de los más mayores que habían visto los veterinarios. Me ha sorprendido. Ha compartido una gran parte de mi vida".
El actor, declarado recientemente por "People" como el hombre más sexy del 2006, no estaba en el momento del fallecimiento, ya que se encuentra promocionando su última película "The Good German", donde comparte cartel con la actriz Cate Blanchett.
Por otra parte, Clooney, en declaraciones realizadas hoy al diario "USA Today," señala que ha sido un mal año para sus mascotas ya que tenía "un bulldog que murió este año también. Es curioso cómo las animales forman parte de una familia.
"Por último, indica que el animal no será sustituido por otro cerdo ya que "Max cubrió todas mis necesidades de cerdo!".
But if you go carrying pictures of chairman Mao
You ain't going to make it with anyone anyhow
Ich befahl mein Pferd aus dem Stall zu holen. Der Diener verstand mich nicht. Ich ging selbst in den Stall, sattelte mein Pferd und bestieg es. In der Ferne hörte ich eine Trompete blasen, ich fragte ihn, was das bedeutete. Er wußte nichts und hatte nichts gehört. Beim Tore hielt er mich auf und fragte: „Wohin reitet der Herr?“ „Ich weiß es nicht“, sagte ich, „nur weg von hier, nur weg von hier. Immerfort weg von hier, nur so kann ich mein Ziel erreichen.“ „Du kennst also dein Ziel“, fragte er. „Ja“, antwortete ich, „ich sagte es doch. Weg von hier – das ist mein Ziel.“
„Du hast keinen Eßvorrat mit“, sagte er. „Ich brauche keinen“, sagte ich, „die Reise ist so lang, daß ich verhungern muß, wenn ich auf dem Weg nichts bekomme. Kein Eßvorrat kann mich retten. Es ist ja zum Glück eine wahrhaft ungeheure Reise.“
Max Brod, 1953
Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer; y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día (que era uno de los calurosos del mes de Julio), se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.
DER EINGEBILDE MANN
Der Mann den ich mir einbilde
wohnt in einem Landhaus das er sich einbildet
umgeben von Bäumen die er sich einbildet
am Ufer eines Flusses den er sich einbildet
An den Wänden die er sich einbildet
hängen alte Bilder die er sich einbildet
voll von Rissen und Kratzern die er sich einbildet
sie stellen Ereignisse dar die er sich einbildet
geschehen in Welten die er sich einbildet
an Orten und zu Zeiten die er sich einbildet
Jeden Abend Abende die er sich einbildet
steigt er die Treppe hinauf die er sich einbildet
und tritt auf den Balkon den er sich einbildet
um die Lanschaft zu betrachten die er sich einbildet
schaut in ein Tal das er sich einbildet
begrenzt von Bergen die er sich einbildet
Da kommen Schatten die er sich einbildet
den Weg entlang den er sich einbildet
und stimmen Lieder an die er sich einbildet
beim Tod der Sonne die er sich einbildet
Und in den Mondnächten die er sich einbildet
träumt er von der Frau die er sich einbildet
die ihm ihre Liebe gab die er sich einbildet
er spürt wieder denselben Schmerz
desselbe Vergnügen das er sich einbildet
und es beginnt wieder zu schlagen
das Herz des Mannes den ich mir einbildet.
Engineered by: Hugh Davies (1964) and Pete Abbott (1965)
Final Mixdown & Sequencing Produced by: George Martin
Remix Engineer: Geoff Emerick
Cover by: Roy Kohara
He aquí uno de los grandes jugadores de todos los tiempos, una leyenda, un mito para el planeta entero, universalmente aclamado. Y he aquí un campeón, quien, delante de dos mil millones de personas, le daba el toque final a una de las sagas más extraordinarias de la historia del fútbol.
He aquí un hombre providencial, un salvador, quien fue buscado, como Aquiles en su tienda de resentimiento y rabia, porque se le hizo creer que era el único capaz de prevenir la destinada declinación de sus compatriotas. Mejor todavía, él es un “Súper Aquiles”, quien – a diferencia del libro de Homero – no esperó por un Agamenón (en este caso, un Raymond Domenech) que viniera a rogarle para que volviera a enrolarse. Es más, él decidió por cuenta propia y espontáneamente, luego de haber “oído” una voz que lo llamaba, regresar desde su exilio español y – poniéndose nuevamente su brillante armadura y flanqueado por sus leales mirmidones (Makelele, Vieira, Thuram…) - revirtió el nuevo infortunio de los aqueos y les permitió avanzar juntos exitosamente.
Y entonces este valiente caballero, quien está a un pelo de la victoria y a minutos del término de un histórico duelo (y de una carrera que lo llevará al Panteón de lo Dioses de los Estadios, después de Pelé, Platini y Maradona); este gigante que, como los Titanes del antiguo mundo, vivió la Gloria, el Exilio, el Regreso y la Redención; este redentor, este ángel azul vestido de blanco, al que sólo le quedan unos pocos peldaños para llegar al Olimpo, comete un loco e incomprensible acto que le vale ser descalificado del ritual futbolístico. Es la última imagen de él que quedará en la historia y que, en lugar de constituir una apoteosis, lo lanzará al infierno.
Nadie sabe, mientras escribo esto, qué ocurrió realmente en el campo del Estadio Olímpico de Berlín. Nadie sabe lo que el italiano Marco Materazzi hizo o dijo (en el minuto 111 del duelo en que el héroe había dominado con toda su gracia) para poner nuevamente en alerta a esos viejos demonios de un niño de las calles de Marsella, aquellos demonios que los códigos de honor del fútbol, su ética y estética están llamados a aplacar. Incluso si supiéramos la razón, incluso si tuviéramos la certeza de que el italiano lo insultó a él o a su madre, padre, hermanos, hermana; incluso si tuviéramos una “caja negra” con lo sucedido en esos veinte segundos que vieron al campeón destruir de un santiamén su leyenda, que es una mezcla de rey secreto, un dulce hombre de las obras de Dostoievski, el cuñado idea, el futuro alcalde de Marsella y, finalmente pero no menor, el carismático capitán liderando sus tropas a la consagración; incluso si supiéramos toda la historia, este suicidio sería como el común de los suicidios.
Ninguna razón en el mundo –ninguna provocación o comentario repugnante- nos explica el desesperado acto de un hombre, nos explica por qué el ícono planetario en que Zidane se convirtió, un hombre más admirado que el Papa, el Dalai Lama y Nelson Mandela juntos, un semidiós, un elegido, este gran predicador por consenso de una nueva religión y de un nuevo imperio en construcción eligió explotar justo ahí, en lugar de esperar unos pocos minutos para armar la riña fuera del campo.
No. La verdad es que seguramente no resulta sencillo estar en el pellejo de un ícono, un semidiós, un héroe, una leyenda. La única explicación plausible para tan bizarra precipitación – que, recuerden, vino luego de dejar pasar un rato desde el maquiavélico y planificado ultraje del italiano- es que había en ese hombre una especie de vuelta al comienzo, una última sublevación en contra de la parábola de la vida, de la estúpida estatua, del monumento beatificado en que había sido transformado en los últimos meses.
La insurrección del hombre en contra del santo. Una negación del aura que se puso sobre su cabeza y que él, casi lógicamente, pulverizó de un cabezazo, como diciendo: “Soy un ser humano, no un fetiche; un hombre de carne y hueso, con pasión, no ese vacío e idiota holograma, ese gurú, ese psicoanalista universal, ese hijo natural de Abbé Pierre y de la Hermana Emmanuelle, en que el fanatismo por el fútbol estaban tratando de convertirme”.
Fue tan fuerte su reacción, que él parodiaba el título de uno de los más grandes libros del siglo XX, antes del triunfo de la liturgia del cuerpo, la actuación y la mercancía: “Ecce Homo”. Sí, el hombre, el verdadero hombre, no uno de esos absurdos monstruos o estrellas sintéticas fabricadas con el dinero de las marcas y el murmullo de una masa globalizada. Aquiles tenía su talón. Zidane tendrá su magnífico y rebelde cabeza que lo llevó, de repente, de vuelta a los rangos de sus hermanos humanos.
* Filósofo Francés nacido en 1948 en Argelia y fundador de la escuela de los Nouveaux Philosophes. Autor de gran cantidad de libros entre los que destacan: Bangla-Desh, Nationalisme dans la révolution, 1973. La barbarie à visage humain, 1977. Idéologie française, 1981. Le siècle de Sartre, 2000. American Vertigo, 2006
Créditos. El ensayo apareció hoy (12/7/06) en EL MERCURIO (edición en papel), con derechos exclusivos de THE WALL STREET JOURNAL AMERICAS. Por lo tanto, no estaba en internerd. así q lo copié del diario directamente. La foto corresponde a la portada de PUBLIMETRO de París del lunes 10 de julio.