suenan circulares las cuerdas del violín en la esquina q forman las 2 salidas. por entre las cabezas q presurosas se suceden en un ajetreado ritual sabatino, se dibuja estoica la figura de quien ajeno a otro sonido mundano se entrega al estudio minusioso de su instrumento. en esta intersección de vientos helados, cuyo fluir es peresozo al lado del enjambre con bolsas, regalos y peinados, afuera de la perfumería, en el ángulo recto q junta a ambas galerías, el tiempo parece detenerse por obra y gracia del kapellmeister anónimo y solitario. como dueño de un mundo olvidado, frente a su atril con partituras y su estuche con monedas, se sostiene apenas por sus cuerdas este hombre ensimismado en sus manos y sus notas y su arco q giran más q trompo despolvado en septiembre.
flores de oídas se escuchan sordamente por la mayoría, pero para algunos, apoyados en la vitrina del frente, pétalos vuelan con la brisa intermitente quentra desde la calle. el perfil tímido de una fotografía extraña, q no puede esconder la admiración en sus azulícimos ojos (esos ojos q se han negado reiteradamente a reiteradas transacciones, ojos de azul chillanejo) a pesar de la vorágine de cabellos q, en movimiento browniano, esconde estos ojos, su nariz redonda y los gruesos labios disonantes para quién no se acostumbra a la belleza de la contradicción, este perfil denotan la búsqueda y las ansias de la niña q descubre el mundo ajeno; así se presenta la música de los salones al público voraz de adornos varios, q circula y entra y sale por una de las tantas galerías de una ciudad llena dellas.
a pesar de todo, de las cabezas vertiginosas, del calor de febrero ocioso, de los errores evidentes del aprendiz, de su nerviosismo ante ellos, del coqueteo infantil con una, q como tantas, se detiene un segundo o dos a escuchar, del tiempo q apremia, del caso omiso de las masas, una niña, q ya no lo cuestiona y entrega las monedas con sonrisas recibidas antes de escuchar una nota, se detiene maravillada y en comunión con la música libertaria y subersiva de vivaldi en el centro del comercio suntuario.
"soy una pausa" de formas curvas heredadas, de piernas cruzadas para contrarrestar el desbalance producido al apoyarse con el hombro contra el vidrio, de cabeza gacha pero atenta, la mano en el bolsillo; una pausa continua, una pausa de tez blanca, de ojos grises de tanto azul fijos en las notas trabajadas del violín. una pausa q conoce mejor q el músico el alcance de su instrumento, pues es ella artera presa del mismo. una niña a quien se le reconoce, por costumbre de verla ahí escuchando todos los sábados al mediodía, con un saludo y una sonrisa los méritos de suspenderse por momentos, de colgarse y columpiarse en el pentagrama mientras el mundo avanza, pero con la frialdad suficiente de no perderse en el limbo de la indesición sin tiempo, de seguir caminando mientras se detiene.
a pesar de todo, de la ciudad gris y de su gente sorda con mente provinciana, aun encontrándose en la capital, del sol de verano, gotas del cena alcanzan a caer en concepción para q comience a despolvar su historia.
a pesar de todo, de las cabezas vertiginosas, del calor de febrero ocioso, de los errores evidentes del aprendiz, de su nerviosismo ante ellos, del coqueteo infantil con una, q como tantas, se detiene un segundo o dos a escuchar, del tiempo q apremia, del caso omiso de las masas, una niña, q ya no lo cuestiona y entrega las monedas con sonrisas recibidas antes de escuchar una nota, se detiene maravillada y en comunión con la música libertaria y subersiva de vivaldi en el centro del comercio suntuario.
"soy una pausa" de formas curvas heredadas, de piernas cruzadas para contrarrestar el desbalance producido al apoyarse con el hombro contra el vidrio, de cabeza gacha pero atenta, la mano en el bolsillo; una pausa continua, una pausa de tez blanca, de ojos grises de tanto azul fijos en las notas trabajadas del violín. una pausa q conoce mejor q el músico el alcance de su instrumento, pues es ella artera presa del mismo. una niña a quien se le reconoce, por costumbre de verla ahí escuchando todos los sábados al mediodía, con un saludo y una sonrisa los méritos de suspenderse por momentos, de colgarse y columpiarse en el pentagrama mientras el mundo avanza, pero con la frialdad suficiente de no perderse en el limbo de la indesición sin tiempo, de seguir caminando mientras se detiene.
a pesar de todo, de la ciudad gris y de su gente sorda con mente provinciana, aun encontrándose en la capital, del sol de verano, gotas del cena alcanzan a caer en concepción para q comience a despolvar su historia.
1 comentario:
vaya, hasta que al fin se de ti, mish, ahora tienes blog, eso es bueno, ken es de la foto???
weno, besitos para usted mi niniooooo
cariñoos
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